La mañana del 6 de agosto de 2020, me encontraba en Hiroshima. Mientras estaba sentada en el vestíbulo de mi hotel, disfrutando de mi desayuno, miré el río Motoyasu por la ventana.
Qué hermosa mañana, pensé.
De repente, el reloj de pared llamó mi atención. Eran las 8:15 a. m., 75 años después del minuto en que se lanzó la bomba atómica sobre la ciudad.
Al volver a mirar por la ventana, vi un avión ordinario en el cielo.
Mi corazón dio un vuelco. Me dije: “No quiero ser una hibakusha 2.0”.
Recordé cómo la bomba había caído sobre Hiroshima en 40 segundos. En 40 segundos, cambió el curso de la historia para Japón y el resto del mundo.
Unas semanas después, al observar la conferencia de las Naciones Unidas sobre el 75º aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, decidí por mí misma que haría todo lo posible para que no volviera a suceder un bombardeo de ese tipo.
Empecé una pasantía en el Barco de la Paz —una organización no gubernamental internacional— para brindar apoyo a una nueva iniciativa llamada “¡Cada segundo cuenta para los sobrevivientes! - Proyecto Hibakusha del Barco de la Paz en línea”. El propósito de esta iniciativa es aprovechar al máximo las escasas oportunidades que tenemos de escuchar los relatos de primera mano de los sobrevivientes de la bomba atómica. Todo ello mientras se fortalece las conexiones comunitarias entre las personas de todo el mundo que comparten el objetivo de abolir las armas nucleares.
Mientras ayudaba en el proyecto, escuchaba los testimonios de los hibakusha y compartía la historia de Sadako Sasaki una y otra vez. Al hacer esto, me di cuenta de que el dolor de los sobrevivientes de la bomba atómica es incomparable e incomprensible. Sin embargo, las nuevas generaciones pueden tomar medidas significativas para proteger a otros de experimentar un sufrimiento similar en el futuro. Por ello, asumí la responsabilidad personal de alertar a los demás de que las armas nucleares siguen existiendo y suponen una amenaza constante para todas nuestras vidas.
El Dr. Daisaku Ikeda, fundador de mi universidad, la Universidad Soka de Japón, declaró en su propuesta de paz de 2009: “Si las armas nucleares reflejan las fuerzas que dividirían y destruirían el mundo, solo pueden ser eliminadas por la solidaridad de los ciudadanos comunes, la cual transforma la esperanza en la energía para crear una nueva era”. Sus palabras me animaron a realizar una maestría en estudios internacionales sobre la paz. Mientras seguía aprendiendo sobre los esfuerzos de desarme nuclear a través de mis cursos, decidí llevar mi interés a la acción al participar en conferencias y conversar sobre el tema con mis amigos y familiares.
Mediante mis interacciones con los asistentes de las sesiones de testimonios de los hibakusha del Barco de la Paz, me di cuenta de que solo al difundir las historias de los sobrevivientes a muchas más personas crearemos el sentido de urgencia necesario para lograr avances respecto al desarme nuclear.
Además, llegué a apreciar la dedicación con la que los hibakusha han luchado para hacer realidad su sueño de un mundo libre de armas nucleares. Puede resultarles muy difícil emocionalmente compartir sus experiencias, pero sus esfuerzos dieron nuevos frutos el 22 de enero de 2021, cuando entró en vigor el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
Pienso que mi generación comparte el sueño de ellos de que nunca más se utilicen las armas nucleares, y que nunca haya ningún “hibakusha 2.0” que se vea obligado a soportar el mismo sufrimiento.