El pasado mes de agosto, mientras un periodo de lluvias sin precedentes azotaba la península coreana, me sentí preocupada por las cuestiones de seguridad nuclear. Las crecientes especulaciones apuntaban a que las inundaciones habían dañado los sistemas de refrigeración de los reactores nucleares de Yongbyon —ubicados en el norte— y, mientras mi mente zumbaba con el peor de los casos, me preguntaba cómo algunos no les preocupaba la posible crisis.
La amenaza existente del conflicto nuclear puede a veces restar importancia a los riesgos más sutiles. Sobre todo, para los jóvenes, la falta de información clara y precisa puede impedir que se entiendan las consecuencias posiblemente graves de los desafíos nucleares u otros relacionados con armas en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, para mí, las posibles consecuencias son demasiado graves como para no tomar medidas.
En un programa para jóvenes de la Cumbre de Seguridad Nuclear de 2012 en Seúl, pude comprender el interés directo de nuestra generación en el desarme y la no proliferación. Sentí que tenía el deber de mantenerme informada, y empecé a participar en conferencias modelo internacionales para educarme.
El año pasado tuve la oportunidad de participar en la Conferencia Juvenil acerca del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de 2020 organizada por la República de Corea, así como de trabajar como miembro del grupo de Amigos del TNP. En el medio año previo a la conferencia, participé con mis colegas en una serie de sesiones y conferencias preparatorias e intensivas en las que exploramos estrategias para resolver el actual estancamiento internacional en materia de desarme nuclear. Luego, durante una simulación de la próxima 10ª Conferencia de Examen del TNP, asumí el papel de delegada en representación de un Estado parte del Tratado.
Al participar en ese proceso, me di cuenta de que los países con armas nucleares se están enfocando en un nuevo tipo de carrera armamentista centrada en la tecnología, al hacer sus armas más rápidas, precisas y más difíciles de defenderse contra ellas. Además, como todos estos países creen que pueden “ganar” esta carrera para alcanzar la seguridad, están menos dispuestos a mirar más allá de sus rivalidades para lograr un acuerdo que genere confianza. Incluso, se están retirando de los tratados de control de armas existentes, lo que aumenta las tensiones internacionales que suponen que una chispa accidental tenga más probabilidades de provocar un gran incendio.
Durante la conferencia, también comprendí que los países manejan los actos violentos y las amenazas entre ellos de manera muy diferente a los asuntos de violencia que involucran a individuos. Aunque los gobiernos pueden tener la última palabra en la resolución de los conflictos entre su población, en ausencia de una autoridad comparable a nivel internacional, cada Estado actúa efectivamente como juez en su propia causa.
Sin embargo, como ciudadanos individuales, tenemos el poder de cuestionar los actos y las amenazas que se hacen en nuestro nombre. Eso es lo que he estado haciendo, y así es como empecé a preguntarme qué puedo hacer yo, como joven, para abrir la puerta a la paz.
En la Sesión Especial para Jóvenes de diciembre de 2020, realizada antes de la 19ª Conferencia Conjunta de las Naciones Unidas y la República de Corea sobre Cuestiones de Desarme y no Proliferación, tomé en cuenta esta pregunta junto con veinticuatro compañeros al abordar los retos de la seguridad internacional por medio de cinco equipos de jóvenes. Agradezco al Ministerio de Asuntos Exteriores de la República de Corea y a la Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas por organizar esta sesión, en la que hemos resaltado la importancia de fortalecer el multilateralismo y desarrollar un régimen flexible de desarme y no proliferación para hacer frente a los retos que plantean las tecnologías nuevas y emergentes. Asimismo, debatimos en profundidad sobre cómo gestionar la competencia estratégica, construir la paz a nivel regional e internacional y apoyar la acción de los jóvenes en favor del desarme mediante una coordinación más estrecha y más oportunidades de participación en los procesos intergubernamentales. Fue muy enriquecedor interactuar con los otros jóvenes participantes, todos los cuales comparten mi pasión y dedicación a estos temas. El sentimiento de compañerismo fue realmente agradable y tranquilizador.
Tras participar en la Sesión Especial para Jóvenes, tuvimos el honor de observar los debates a puerta cerrada de la Conferencia de las Naciones Unidas y la República de Corea los días 3 y 4 de diciembre. El intenso diálogo entre expertos gubernamentales, de la sociedad civil, del mundo académico y de la industria me recordó que, para innovar de forma que nos beneficie a todos, debemos tener en cuenta una amplia gama de perspectivas sobre las ramificaciones de las tecnologías nuevas y emergentes. A medida que iba asimilando todas las complejidades subyacentes, aprendí que, aunque los formuladores de políticas centrados en el desarme y la no proliferación están en desacuerdo con los innovadores tecnológicos en ciertos aspectos, encontrar dónde convergen sus intereses y entendimientos puede ayudarnos a mitigar el riesgo. En otras palabras, la elaboración de medidas exhaustivas pero factibles requerirá que los expertos de ambas partes trabajen para resolver sus diferencias.
Nuestro grupo de jóvenes espectadores, conscientes de todas las consideraciones éticas y morales implicadas, instó a los líderes y a los responsables de la toma de decisiones en la Conferencia de las Naciones Unidas y la República de Corea a analizar detenidamente los valores que promueven las diferentes tecnologías emergentes. La tecnología no debe ser una herramienta para apoyar e instigar la marginación y la discriminación estructural, ni para iniciar una nueva fase de la inútil carrera armamentista nuclear. Para que este mensaje sea escuchado por aquellos que están en el poder, es necesario que provenga de forma colectiva, clara y coherente de muchos actores diferentes, incluidos los jóvenes.
Nos corresponde a nosotros, los jóvenes, que ahora representamos el 40% de la población mundial, tomar la iniciativa para asegurar nuestro futuro común y construir una cultura de paz. Como individuo, me esforzaré por ser una votante consciente, una consumidora responsable y una ciudadana global independiente. Además, si seguimos informándonos y alzando nuestras voces, todos podemos contribuir a un futuro más seguro y prometedor para nuestra generación y las venideras.